LA POSICIÓN DE ECOLOGISTAS EN ACCIÓN FRENTE AL 5G Y SU MUNDO
Resumen realizado por Mará José Moya
El 20 de marzo de 2021, Ecologistas en Acción aprobó
un documento sobre su posición frente a la tecnología 5G y a su despliegue. Resumiré, a continuación, los
argumentos con los que considera que el proyecto de digitalización del mundo, con el sustento del 5G, “debería ser paralizado y someterse a una profunda evaluación política, técnica, ecológica y sanitaria”.
HUELLA SOCIAL Y POLÍTICA
Desplegar el 5G supondría la vigilancia y el control de la población y de los estados por parte de empresas privadas.
En las últimas décadas, hemos asistido al rápido aumento del poder de los propietarios de las telecomunicaciones, la tecnología informática e Internet, en forma de oligopolio.
Unas pocas empresas (Microsoft, Apple, Facebook, Google, Amazon…) controlan las comunicaciones de la “gran mayoría de la población” del planeta; recopilan la información que generamos (obteniendo “enormes masas de datos”, a partir de nuestro uso cotidiano de plataformas como Facebook, Twitter o Google); y la utilizan para el lucro, crear corrientes de opinión y elaborar algoritmos (para la búsqueda por palabras, la identificación facial, la traducción, etc.; y actualmente, también, para evaluar la idoneidad de un perfil para un puesto laboral, la peligrosidad de un individuo, etc., motivo por el que se están sumando otros algoritmos).
En los últimos años, además, el “proyecto de las élites” es extender la “lógica algorítmica” y la vigilancia más allá de las pantallas de nuestros ordenadores y teléfonos móviles con el 5G. Y el de las grandes multinacionales asociadas a esta tecnología, aumentar sus beneficios, aún más, a través del llamado “internet de las cosas”. De este modo, casi todos nuestros objetos domésticos se convertirían en “captadores de datos”. Los coches autónomos, las neveras inteligentes, la ropa interconectada, las smart cities…, serían un ejército de sensores que registraría la vida cotidiana de los individuos (sus desplazamientos, sus patrones de consumo…).
Esta red dependería de multinacionales, lo que conduciría a un escenario de enorme fragilidad social. Tanto por la dependencia que los estados e individuos tendrían de empresas privadas, en cada vez más ámbitos de la vida (por ejemplo, en la actividad social y en la capacidad productiva); como por la indefensión en la que estarían ante los algoritmos opacos que estas compañías crean para sus propios fines; y porque “en torno al 70 % de la inversión proyectada en 5G” está dirigida a que quede “en manos de empresas de seguridad y videovigilancia”.
Por otro lado, la transformación social que provocaría el despliegue de la red 5G socavaría la privacidad y las ya “limitadas democracias”, pues sería clave para poder aumentar el control social; así como para mermar, tanto la toma de decisiones individuales y populares, como el criterio humano, para pasar a ser sustituidos por la suma de unos cálculos algorítmicos.
Asimismo, la red 5G tendría riesgos políticos. Y ya se están materializando. Por un lado, la “lógica algorítmica” está produciendo injerencias en elecciones democráticas (como las que ganaron Donald Trump en EE. UU., y Jair Bolsonaro en Brasil, en parte por este motivo); y por otro, los nuevos medios digitales están siendo utilizados como “tecnodictadura” en países como China (“especialmente ahora que su gestión de la pandemia de la covid-19 ha legitimado sus prácticas”).
HUELLA ECOLÓGICA
Además de los efectos sociopolíticos alarmantes que se han expuesto, “la economía digital tiene una inmensa huella ecológica”. En consecuencia, el impacto del desarrollo del 5G sobre el cambio climático sería profundo. Los motivos son varios:
1) Supondría un ingente consumo eléctrico, debido al uso y al tráfico de datos del internet de las cosas (pensemos que, ya en la actualidad, sin 5G: 1.1. El consumo derivado del uso y tráfico de dispositivos y servidores es comparable al de países enteros; 1.2. La computación de la nube consume el 2 %, aprox., de la electricidad que se produce en el mundo; 1.3. Youtube es la empresa que más consume del planeta (Youtube, y los vídeos en streaming, concentran hasta el 80 % del tráfico de Internet); y, 1.4. Según el informe de Greenpeace, Clickling Clean -2017-, en 2012-2014 -cuando aún no se había producido la explosión tecnológica de estos últimos años-, el sector de las TIC -Tecnologías de la Información y de la Comunicación- ya se situaba en el tercer puesto de consumo del mundo, cerca de China y EE. UU. y por delante de Rusia, Japón e India).
2) Supondría un ingente aumento de emisiones de gases de efecto invernadero, por el consumo eléctrico derivado del uso y producción de una inmensa cantidad de dispositivos digitales (recordemos que, el 80 % de la energía que se usa en el planeta proviene de fuentes fósiles, pues la quema de combustibles fósiles no es fácil de sustituir por energías renovables. Por tanto, la expansión del consumo eléctrico tendría “consecuencias directas en el agravamiento de la emergencia climática”).
3) Supondría depender de la minería que abastece al voraz mercado tecnológico (fundamentalmente, la del coltán, el litio, el cobalto y las tierras raras), cuyos materiales son limitados; y su extracción es fuente de emisiones, contaminación por metales pesados y destrucción de hábitats (incluidos espacios protegidos como la Red Natura 2000, y fondos marinos). De ello no escapa la Península Ibérica debido a los proyectos low cost que no asumen su impacto medioambiental, ni el empobrecimiento que provocan en las economías locales y en sus perspectivas de futuro.
4) Supondría aumentar la ya inmensa basura electrónica que se viene generando en la actualidad por la obsolescencia programada y por la innecesaria y constante renovación de terminales informáticos. Estos desechos contaminan las aguas y provocan enfermedades en las zonas de vertido (por ejemplo, en Ghana).
5) Supondría cambiar el firmamento (que debería ser patrimonio de la humanidad), e interferir en la observación astronómica y en las predicciones meteorológicas (que son cruciales para la lucha contra la emergencia climática). Ello sucedería porque el 5G necesitaría del soporte de innumerables satélites destinados a esta red mundial. De ello alertan los astrónomos. En la actualidad, empresas privadas y gobiernos ya han lanzado cientos de ellos, y se ha aprobado el despegue de miles más.
HACIA EL COLAPSO, A VELOCIDAD DE CRUCERO (LA DOCTRINA DEL SHOCK DIGITAL)
El actual estado de digitalización está teniendo un impacto general alarmante, pero, aun así, se quiere implantar la tecnología 5G, que está dirigida a crear una cuarta “Revolución Industrial”. Es decir, a provocar un nuevo ciclo de acumulación capitalista, pero en esta ocasión, basado en la digitalización.
Esta nueva “gran aceleración” mundial iría “en sentido contrario a lo que de verdad necesitamos”, pues, en un mundo en emergencia climática, que se dirige al colapso ecológico-social, “lo que precisamos no es acelerar más […], sino […] lo contrario: ralentizar, relocalizar, contraer el metabolismo social, reconectar con la naturaleza y construir un nuevo sentido de la vida que no se base en el consumo de mercancías”.
La digitalización masiva del planeta, que se pretende con el 5G, llevaría al desastre ecosocial, pues exacerbaría todos los problemas actuales a los que el ser humano tiene que hacer frente.
No existe mayor impedimento para construir “sociedades justas, ecofeministas y en decrecimiento” que la idea de que, gracias a la tecnología, podremos solucionar todos los problemas que nuestras “sociedades capitalistas industriales” han generado. Hay que abandonar la “tecnolatría”. Paso a paso, nos conduce hacia el colapso.
PARA DECRECER, ES NECESARIO (TAMBIÉN) DESDIGITALIZAR
Ya hemos visto que la digitalización extrema no es positiva, ni tampoco viable en un contexto en que es necesario un descenso energético. Para descarbonizar es necesario “desdigitalizar y descomputadorizar”.
Sin embargo, el grueso de la sociedad viene asumiendo el despliegue de la red 5G, y del mundo que lo acompañaría, como un fenómeno inevitable. Se trata de un determinismo indeseable, pues impide comprender que, casi toda decisión técnica es, en realidad, una decisión política.
“La sociedad parece creer que más dispositivos, más potencia, más conectividad, más cobertura, etc.” es “la trayectoria natural de un progreso social”. Sin embargo, no debe confundirse progreso social con progreso tecnológico.
La implantación del 5G y de un mundo hiperdigitalizado puede y debe ser expuesto a crítica y a debate democrático. Ninguna tecnología es neutral: su aparición y extensión ponen en juego nuestras estructuras políticas, trabajo, relaciones personales, salud…
Sí, la propaganda nos inunda con mensajes acerca de que los vehículos automáticos disminuirían los accidentes de tráfico, las persianas de nuestra casa las podríamos bajar desde el trabajo, o la nevera nos avisaría de que el yogur que contiene está a punto de caducar, pero, ¿qué sentido tiene todo esto si provoca la aceleración de nuestro colapso? Y por otro lado, ¿para qué sirve la supuesta liberación de tiempo que nos ofrecería la informatización, si erosiona el tener una vida libre, o simplemente el tener vida?
En base a lo anterior, Ecologistas en Acción expone las siguientes conclusiones:
1. Debe exigirse un debate sobre la deseabilidad y peligros de las TIC y del 5G, del mismo modo que se está pidiendo para tecnologías como las asociadas a la producción de energía nuclear o del coche eléctrico.
2. Debe limitarse el uso de dispositivos informáticos debido al gran número de impactos que provoca (por su ingente necesidad de consumo de energía y de recursos mineros escasos, por la chatarra tecnológica que generan, por la capacidad de injerencia sociopolítica que poseen -en forma de control de la población y de erosión de la democracia-… Por ello, hay que exigir un control social sobre los desarrollos tecnológicos de envergadura -que son aquellos que tienen el poder de reconfigurar la economía, la sociedad y la biosfera-).
3. Debe adoptarse el principio de precaución frente al despliegue de la red 5G, porque existe suficiente evidencia para ello, según los principios jurídicos de la Unión Europea.
4. Los gobiernos deben obligar a las empresas a tener un seguro de responsabilidad civil que responda ante posibles daños que produzca el despliegue del 5G (como ya sugirió el Parlamento Europeo, en 2009, ante los riesgos vinculados a los campos electromagnéticos -1-). Permitir que se instale la idea de que haya riesgos no asegurables es aceptar que los beneficios de estas transformaciones sean para las empresas y que los costes los asuma la sociedad.
5. En hardware, se debe abandonar la idea de “una persona, un dispositivo”, y asimismo, apostar por volver a los dispositivos cableados (en detrimento de las tecnologías inalámbricas) y evitar la dinámica de una renovación permanente. Por ello, se debe promover el uso compartido (por medio de ordenadores municipales, cabinas telefónicas, etc.); apostar, generalizadamente, por el teléfono fijo y la conexión a internet por cable; e incentivar los dispositivos que sean modulares, fáciles de reparar y durables, y no dependan de materias primas raras.
6. En software, se debe apostar por el desarrollo de sistemas operativos y programas que sean menos pesados cada vez, y por el avance en los formatos digitales públicos (códigos abiertos, software libre, redes p2p, etc.) para disminuir el enorme poder actual de las grandes empresas tecnológicas.
7. Por último, es necesario establecer la desdigitalización de diversas áreas: la militar (dado que ya existen robots asesinos autónomos), la de la autonomía ciudadana (para reducir la posibilidad de represión y vigilancia, limitar el alcance de la burocracia estatal, y aumentar la soberanía alimentaria, tecnológica y energética), la social (en muchos ámbitos, como el del entretenimiento, o el de la cultura, que deben retornar a sus formas previas o inventarse otras nuevas) y la económica (minimizando el uso de la tecnología automatizada, no sólo para reducir la emisión de gases de efecto invernadero, y el consumo de materiales y energía, sino también para dejar espacio a una mayor presencia del trabajo humano, contribuir a una nueva relación del ser humano con el planeta, y favorecer la autolimitación individual y colectiva. Esta necesidad es especialmente acuciante en ámbitos como el financiero, porque depende por completo de algoritmos automatizados).
El objetivo de las tecnologías de la comunicación e información debería ser tener un diseño modular y dirigido a poder ser compartido; y una gestión democrática de su producción, uso y desecho.
Ante el despliegue del 5G, y las transformaciones que le acompañarían, hay que preguntarse: ¿en qué mundo queremos vivir? ¿En una sociedad hiperdigitalizada, robotizada, vigilada, controlada y manipulada, o en una sociedad donde primen las relaciones humanas, los cuidados, el bien común y los debates democráticos sobre los asuntos claves para nuestro futuro? O dicho de otro modo, ¿qué queremos poner en el centro? ¿la vida o la máquina?
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-1- Nota del Servicio de Información sobre Sensibilidad Química Múltiple y Salud Ambiental (SISS): la Resolución del Parlamento Europeo, de 2 de abril de 2009, sobre las consideraciones sanitarias relacionadas con los campos electromagnéticos, señala que, “el Parlamento Europeo [...] manifiesta su profunda preocupación por el hecho de que las compañías de seguros tiendan a excluir la cobertura de los riesgos vinculados a los CEM de las pólizas de responsabilidad civil, lo que significa claramente que las aseguradoras europeas ya están aplicando su propia versión del principio de cautela”. Vea el texto del documento completo pinchando aquí.
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