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22 febrero 2018

TÓXICOS.- "Los gobiernos defienden antes los intereses de las empresas que la salud de sus ciudadanas". Kistiñe García, Dolores Romano, Carme Valls-Llobet (El Salto. 19/02/2018)


"Las mujeres somos más vulnerables a los disruptores endocrinos porque la mayoría de estas sustancias sintéticas imitan el funcionamiento de los estrógenos, que son las hormonas más abundantes en nuestro cuerpo" (fotógrafo: David Goehring. Periódico El Salto)

Ecofeminismo
DICEN QUE TIENES VENENO EN LA PIEL
La falta de interés de Europa y España por informar, limitar y prohibir las sustancias que interfieren con el funcionamiento hormonal es un atentado directo contra la salud de las mujeres


Kistiñe García, Dolores Romano, Carme Valls-Llobet

A finales del siglo pasado, la científica Theo Colborn descubrió un nuevo tipo de contaminación capaz de modificar el funcionamiento de nuestro sistema hormonal. La comunidad científica no acertó en la elección de un buen nombre para estos nuevos tóxicos, a los que bautizaron como “disruptores endocrinos”, difícil de recordar e incluso de traducir (existen diversas traducciones al castellano como contaminantes, alteradores o perturbadores hormonales).

Sin embargo, es importante que recordemos estos nombres porque, como dice el adagio vasco, “todo lo que tiene nombre, existe”. Y si hay algo que existe, aunque a menudo de forma invisible e invisibilizada, son los efectos de estos “venenos invisibles”, los disruptores endocrinos, en especial sobre la salud de las mujeres.

LAS MUJERES SOMOS MÁS VULNERABLES A LOS DISRUPTORES ENDOCRINOS

Las mujeres somos más vulnerables a los disruptores endocrinos porque la mayoría de estas sustancias sintéticas imitan el funcionamiento de los estrógenos, que son las hormonas más abundantes en nuestro cuerpo. No por casualidad, otro nombre habitual para estos tóxicos es el de xenoestrógenos (el prefijo xeno significa extraño, ajeno).

Nuestro organismo no puede diferenciar entre las hormonas naturales y estos impostores, que acaban influyendo en enfermedades tan graves como el cáncer de mama y que tienen la capacidad de alterar la armonía del ciclo menstrual.

Además, nuestros cuerpos acumulan más disruptores endocrinos que los de los hombres debido a que la mayoría de los contaminantes hormonales son solubles en las grasas y el cuerpo de las mujeres posee un mayor número de células grasas para poder producir leche para amamantar. Por si fuera poco, algunas de las patologías que se han relacionado con la exposición a los disruptores endocrinos son exclusivas de la mujer: la endometriosis, el síndrome ovario poliquístico, la pubertad precoz, la menopausia precoz, el cáncer de ovarios y las alteraciones del ciclo menstrual.

El cáncer de mama en mujeres (y también en hombres) tiene estrecha relación con la exposición a estas sustancias. Según las estadísticas, una de cada ocho europeas desarrollará uno a lo largo de su vida. Sólo en el Estado español se diagnostican 25.000 nuevos casos cada año. Dos tercios de ellos están relacionados con la exposición a los contaminantes ambientales y los estudios científicos evidencian la fuerte asociación entre la cantidad de estrógenos sintéticos acumulados en el cuerpo de la mujer y un mayor riesgo de desarrollar cáncer de mama. Otras enfermedades, como la fibromialgia, la fatiga crónica o la Sensibilidad Química Múltiple, predominantes en mujeres, también muestran relación con los contaminantes hormonales.

Estas diferencias de incidencia no se contemplan adecuadamente en los estudios toxicológicos ni en los protocolos de atención médica, dando lugar a una protección insuficiente de las mujeres frente a los disruptores endocrinos.

ESTOS VENENOS, EN TU TRABAJO

Las malas condiciones laborales son un factor de riesgo. No existe protección adecuada frente a la exposición en sectores muy feminizados, como los de la limpieza, el comercio, la hostelería o la agricultura. Y son empleos con una alta exposición a estas sustancias insalubres.

¿ES MI COMPRA TÓXICA?

Dependerá de lo que adquieras, pero... ¿sabías que los tickets de supermercado suelen ser de bisfenol-A, un disruptor endocrino reconocido por Europa y fuertemente relacionado con el cáncer de mama? Seguramente no, una prueba de lo silenciado que se encuentra este tipo de contaminación. Imagínate el riesgo que supone para el personal de caja de los supermercados, un trabajo realizado, en un 89% de los casos, por mujeres.

A diario, miles de mujeres se exponen durante su jornada laboral a esta hormona sintética. Las agencias europeas ya han admitido que cientos de las hijas de las cajeras padecerán cáncer de mama por culpa de la exposición laboral de sus madres. Sin embargo, los tickets de bisfenol-A seguirán siendo legales hasta 2019 y sin que se tome ninguna medida de prevención hasta entonces (como la sustitución voluntaria por tickets de otro material o el uso de guantes). Y este no es el único caso. También las limpiadoras o las mujeres que trabajan en peluquerías, que se exponen a diario a químicos tóxicos, tienen un riesgo mayor de sufrir cáncer de mama.

Sin embargo, los problemas de salud ocupacional de las mujeres son habitualmente minusvalorados y achacados a fuentes de exposición ajenas al trabajo.

¿Y MI CASA?

No hace falta trabajar en estos sectores para estar más expuesta a los disruptores endocrinos. Trabajes donde trabajes, si eres mujer, según las estadísticas, dedicas el doble de tiempo que los hombres a las tareas domésticas y usas más cosméticos, que también contienen disruptores endocrinos como los parabenos. Utilizados para emulsionar las cremas, imitan en el cuerpo el efecto de los estrógenos y se han relacionado con la aparición del cáncer de mama.

La falta de interés de Europa y España por informar, limitar y prohibir estos tóxicos es un atentado directo contra la salud de las mujeres.

No debemos creer a unas autoridades que se ponen el lazo rosa pero no toman medidas para reducir la exposición a los agentes causantes del cáncer de mama. Hasta el momento, los gobiernos no han adoptado ni una sola medida en contra de estos tóxicos, a pesar de las alarmas lanzadas por comunidades científicas y por las Naciones Unidas. También es necesario que las ciencias de la salud incorporen por fin en la docencia la gran información que ya existe sobre la contaminación ambiental y la salud. La falta de formación adecuada sobre este nuevo riesgo es también un atentado contra la salud. En este, como en otros muchos casos, los gobiernos defienden antes los intereses de las empresas que la salud de sus ciudadanas.

Fuente: El Salto (19/02/2018)

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