MIS AMANTES
Jamás pensé que esto que voy a contar me ocurriría a mí.
Me educaron para ser una niña buena, una linda señorita que aprendió piano, francés y mecanografía, así como a realizar desde pequeña todas las labores de la casa.
Luego fui a la universidad, terminé mi carrera, trabajé y me casé. Tuve tres lindos hijos que constituyen el mayor orgullo y el más preciado tesoro.
A los 46 años, por esas cosas que tiene la vida, me divorcié.
La vida siguió su curso.
Daba clases en un colegio, el mismo donde estudiaban mis hijos.
Allí hice mis auténticas amistades. Tanto que se convirtieron en la familia que no tenía aquí dónde vivo ahora. Mis niñas, como yo las llamo, han sido el gran apoyo y el cariño que tanto añoramos cuando estamos lejos de nuestra familia.
Y en el año 2002 empezó a ocurrir lo que voy a contar.
¡Me despendolé!
Comencé a tener dos amantes que, aunque se venían insinuando años atrás, fue entonces cuando me enredé con ellos.
Yo, la mujer que parecía que nunca había roto un plato, estaba, de
pronto e inesperadamente, en brazos de dos hombres que me tenían totalmente trastornada.
Uno se llama Holmes, es americano y, haciendo gala de su nacionalidad, es brutote y le gustan las cosas a lo grande. Me deja con el cuerpo lleno de dolores, tantos, que hasta tengo que hacer reposo en cama.
Al mismo tiempo conocí a Fukuda. Como imaginarán es japonés. No sé exactamente si nació por allí o es descendiente de nipones.
Como buen oriental es delicado y sibilino, tiene detalles que no le
pasan por la cabeza a Holmes.
Después de estar con él, me duelen las articulaciones, me hormiguean los brazos y las piernas. Me agarra tan fuerte las manos que me las deja todas doloridas.
Ya digo, es muy astuto.
Y entonces, en el 2003, ocurrió lo inesperado.
¡Apareció el tercer amante!
Un sueco denominado Sjögren.
Al conocerme se puso muy celoso debido a que los dos ya mencionados estaban al otro lado del charco y él, conocedor de esas relaciones, no le importó tener un papel secundario ya que lo que pretendía es que tuviera a alguien europeo.
No lo ha dudado ni un momento y, siempre, es el primero en atenderme.
Le encanta mirarme fijamente a los ojos, acariciarme la nariz y las orejas, besarme y amarme con pasión y otras que, como una señorita educada que fui, no me atrevo a reseñar.
Lo más curioso y, a consecuencia de todo lo anterior, mis ojos, mi nariz, mis orejas, mis labios y mi boca se resecan al máximo y otras partes que, por pudor, no cito.
Por más que les cuento a los tres cómo me tienen y cómo me hacen sentir ¡Maldito el caso que me hacen!.
Pero lo más curioso de todo es que nunca he logrado averiguar sus nombres. Sólo sé que se llaman Holmes, Fukuda y Sjögren.
Anaís
© AIHG. Ana I. Hernández Guimerá. Octubre 2006
(reproducido con el permiso de su autora, afectada de síndrome de fatiga crónica y síndrome de Sjögren. La foto del beso es aportación de Ana también. ¡Gracias!. Por cierto: vaya humor que le ha echado al tema) ;)
Jamás pensé que esto que voy a contar me ocurriría a mí.
Me educaron para ser una niña buena, una linda señorita que aprendió piano, francés y mecanografía, así como a realizar desde pequeña todas las labores de la casa.
Luego fui a la universidad, terminé mi carrera, trabajé y me casé. Tuve tres lindos hijos que constituyen el mayor orgullo y el más preciado tesoro.
A los 46 años, por esas cosas que tiene la vida, me divorcié.
La vida siguió su curso.
Daba clases en un colegio, el mismo donde estudiaban mis hijos.
Allí hice mis auténticas amistades. Tanto que se convirtieron en la familia que no tenía aquí dónde vivo ahora. Mis niñas, como yo las llamo, han sido el gran apoyo y el cariño que tanto añoramos cuando estamos lejos de nuestra familia.
Y en el año 2002 empezó a ocurrir lo que voy a contar.
¡Me despendolé!
Comencé a tener dos amantes que, aunque se venían insinuando años atrás, fue entonces cuando me enredé con ellos.
Yo, la mujer que parecía que nunca había roto un plato, estaba, de
pronto e inesperadamente, en brazos de dos hombres que me tenían totalmente trastornada.
Uno se llama Holmes, es americano y, haciendo gala de su nacionalidad, es brutote y le gustan las cosas a lo grande. Me deja con el cuerpo lleno de dolores, tantos, que hasta tengo que hacer reposo en cama.
Al mismo tiempo conocí a Fukuda. Como imaginarán es japonés. No sé exactamente si nació por allí o es descendiente de nipones.
Como buen oriental es delicado y sibilino, tiene detalles que no le
pasan por la cabeza a Holmes.
Después de estar con él, me duelen las articulaciones, me hormiguean los brazos y las piernas. Me agarra tan fuerte las manos que me las deja todas doloridas.
Ya digo, es muy astuto.
Y entonces, en el 2003, ocurrió lo inesperado.
¡Apareció el tercer amante!
Un sueco denominado Sjögren.
Al conocerme se puso muy celoso debido a que los dos ya mencionados estaban al otro lado del charco y él, conocedor de esas relaciones, no le importó tener un papel secundario ya que lo que pretendía es que tuviera a alguien europeo.
No lo ha dudado ni un momento y, siempre, es el primero en atenderme.
Le encanta mirarme fijamente a los ojos, acariciarme la nariz y las orejas, besarme y amarme con pasión y otras que, como una señorita educada que fui, no me atrevo a reseñar.
Lo más curioso y, a consecuencia de todo lo anterior, mis ojos, mi nariz, mis orejas, mis labios y mi boca se resecan al máximo y otras partes que, por pudor, no cito.
Por más que les cuento a los tres cómo me tienen y cómo me hacen sentir ¡Maldito el caso que me hacen!.
Pero lo más curioso de todo es que nunca he logrado averiguar sus nombres. Sólo sé que se llaman Holmes, Fukuda y Sjögren.
Anaís
© AIHG. Ana I. Hernández Guimerá. Octubre 2006
(reproducido con el permiso de su autora, afectada de síndrome de fatiga crónica y síndrome de Sjögren. La foto del beso es aportación de Ana también. ¡Gracias!. Por cierto: vaya humor que le ha echado al tema) ;)
.......................................................................................
GLOSARIO (si no estás familiarizado con el SFC y el Sjögren):
1.- Holmes: la “Clasificación de Holmes para el SFC” es el primer compendio de criterios elaborados con el fin de diagnosticar el Síndrome de Fatiga Crónica (SFC). Promovidos por el CDC de Atlanta (Centro para el Control de Enfermedades), fueron elaborados en 1988 por Holmes y colaboradores. El problema es que no distinguía el SFC de otras formas de fatigabilidad anormal. Por ello fueron sustituidos en 1994 por unos nuevos criterios, los de Fukuda.
2.- Fukuda: los “Criterios de Fukuda” se elaboraron en 1994 por una nueva comisión, esta vez encabezada por Fukuda. Estos son los criterios actualmente aceptados internacionalmente para diagnosticar el SFC, aunque en 2003 se publicó una nueva propuesta de criterios diagnósticos, conocidos como “Criterios Canadienses”.
Hay otros criterios, pero de menor repercusión internacional.
3.- Síndrome de Sjögren: patología auto-inmune caracterizada por la presencia de gran sequedad de mucosas (ojos, boca, sequedad vaginal) junto a otros elementos complementarios.
1.- Holmes: la “Clasificación de Holmes para el SFC” es el primer compendio de criterios elaborados con el fin de diagnosticar el Síndrome de Fatiga Crónica (SFC). Promovidos por el CDC de Atlanta (Centro para el Control de Enfermedades), fueron elaborados en 1988 por Holmes y colaboradores. El problema es que no distinguía el SFC de otras formas de fatigabilidad anormal. Por ello fueron sustituidos en 1994 por unos nuevos criterios, los de Fukuda.
2.- Fukuda: los “Criterios de Fukuda” se elaboraron en 1994 por una nueva comisión, esta vez encabezada por Fukuda. Estos son los criterios actualmente aceptados internacionalmente para diagnosticar el SFC, aunque en 2003 se publicó una nueva propuesta de criterios diagnósticos, conocidos como “Criterios Canadienses”.
Hay otros criterios, pero de menor repercusión internacional.
3.- Síndrome de Sjögren: patología auto-inmune caracterizada por la presencia de gran sequedad de mucosas (ojos, boca, sequedad vaginal) junto a otros elementos complementarios.
2 comentarios:
Gracias, mi niña, por permitirme compartir este espacio contigo.
Si no le echamos un poco de humor, terminaríamos amargados y no es mi caso, aunque no cabe duda que hay momentos en que una está p,al arrastre y no puede hacer nadita.
La risa es un buen remedio, dicen, y ayuda a mejorar la sintomatolgía de cualquier enfermedad. Justo lo leía el domingo en un periódico local. Por cierto que comenzaba con un chiste que me hizo reír y que, me parece, va bien para nuestra "invisible enfermedad":
Mujer transparente busca hombre invisible para hacer cosas nunca vistas.
Besos y sonrisas
Gracias a tí por permitirme su publicación en este espacio. ¡Es un texto lleno de matices, y muy irónico, excelente vaya!.
Sí, el humor es fundamental, aunque en ciertas situaciones y momentos sea difícil y complicado. Jeje, lo del chiste, fíjate que lo había oido pero no lo había "relacionado" con nuestras pachucheces (que efectivamente llamamos "invisibles"). Me has hecho reir, ¡¡¡gracias!! :DD
Un abrazote,
Publicar un comentario