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24 mayo 2007

MÁS ALLÁ HAY DRAGONES…

Antiguamente, cuando los descubridores llegaban a los límites del mundo, decían: "Más allá hay dragones…", pavorosos entonces por lo desconocido y por este sentimiento de miedo ancestral, izaban las velas de los palos trinquete, mayor y mesana y prestos viraban sus naves poniendo proa hacia lugares más seguros. Este extraño sentimiento de miedo sobre el más allá, caló siempre entre generación y generación hasta llegar hasta nuestros días…Cuando Felisa Aragáis, mi compañera de trabajo, me dijo que en un control rutinario de salud le habían detectado los médicos un cáncer terminal, lo hizo sin llorar; seria y triste pero sin llorar, y sabiendo que para ella comenzaba un viaje hacia los confines del mundo, hacia el más allá. Yo me quedé absorto al escuchar cómo una niña de veintitrés años con carita de melocotón y con graciosos bucles de pelo rubio que le llegaban hasta los hombros me seguía diciendo que le habían dado de vida seis meses y que no creían que mucho más. Durante los días siguientes a la noticia, la noté que se encontraba como ausente, introspectiva y que te miraba sin mirar, como se le mira a una tele apagada, a una ventana que no da a la calle o cualquier cosa anodina, sin más. Y yo en lo único que pensaba era en comprarle unos zapatitos rojos, como los que tenía Dorothy en el país del mago de Oz, para que se los pusiera, diera tres taconazos con ellos y se pudiera así despertar de su mal sueño, pues no podía soportar que una chica tan joven y sensible como lo era ella se fuera sola y con miedo a luchar contra dragones al más allá... Pasaron entonces semanas de siete lunes para ella, supongo, mientras poco a poco lo aceptaba y navegaba a su vez hacia su destino con mar de popa, ese mar fuerte y picado que embiste la nave por detrás, bloquea el viraje del timón y no te deja cambiar de rumbo jamás. Jamás. Y mientras a ratos se reía y a ratos no, y a ratos te miraba sin mirar, las crueles matemáticas seguían con sus cuentas: un día más otro día igual a dos días vividos, y más otro y más otro y más otro más, dieron como resultado cuatro meses. Para entonces Felisa ya no podía salir de casa y se encontraba siempre metida en ella con el arropo de su familia. Una tarde me armé de valor y la fui a ver –la última vez que la vi-, y se encontraba tumbada en el sofá rodeada de películas de video que iban todas ellas de amor.
La di un beso en la mejilla y le dije: "Toma, te he comprado estos bombones porque son los que a mí me gustan, ¿los abrimos?". Y se rió.
Después vimos una peli de no se qué y al poco la noté cansada y decidí dejarla descansar. En la puerta le dije que se cuidara mucho y que volvería a visitarla muy pronto. Pero ella supongo que tenía otros planes, me abrazó y me dijo: "Jon, quiero que sepas que os llevo a todos conmigo." Y se murió unos veinte días después.

Han pasado ya quince años desde que ocurrió esta historia y, desde entonces, he tenido que ver cómo partían para luchar contra los dragones a mis abuelos, mi padre, varios de sus hermanos y muchos conocidos y amigos más…A veces me pregunto quien ganará esta
batalla, pero sobre todo lo que me pregunto es cuando acabará, pues me corre prisa saber el momento en el que todos ellos por fin volverán. Les echo tanto de menos…

Autor: Jon, afectado de síndrome de fatiga crónica (texto reproducido con permiso de su autor).

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